Introducción
Los temas difíciles de entender a menudo se pueden explicar con ilustraciones simples. Jesús, el gran Maestro, se comparó a sí mismo con una puerta, un pedazo de pan, un camino, una vid. Explicó el reino de Dios como una perla de valor incalculable, una red, una cena, un árbol, una semilla, un tesoro escondido. Pablo ilustró su teología profunda con referencia a las estrellas, a los fundamentos de una casa, a las partes del cuerpo, a la luz, al heno , a las joyas, etc.
El Santo Espíritu es Dios, el Dios invisible e incomprensible, y por lo mismo nos es muy difícil comprender tanto su Persona como su obra. Pero Dios conoce nuestra debilidad y en su Palabra utiliza también símbolos, es decir, signos visibles de una realidad invisible, como un elemento de su revelación. Hoy estudiaremos siete de estas representaciones que se mencionan en la Biblia.
EL AGUA. La Biblia asocia la obra del Espíritu con el agua en dos sentidos: En primer lugar para indicar que el Espíritu limpia espiritualmente al cristiano, y, en segundo lugar, para señalarle como fuente de la vida. Cuando el hombre es regenerado, nace de nuevo por la obra divina, el Espíritu le limpia de pecado. “Lávame más y más de mi maldad y límpiame de mi pecado” (Sal 51.2). Jesús dijo “El que no naciere del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. ¿Qué significa el agua en este caso? Puede ser un símbolo directo del Espíritu o puede ser una referencia al bautismo, que se realiza con agua. Esto significa que para entrar al reino de los cielos debemos nacer del Espíritu, quien nos purifica del pecado, al igual que el agua limpia la suciedad. Hay otras referencias muy preciosas en el salmo 51, en Ezequiel 36.25-27, en Tito 3.5; por favor léalas ahora mismo. El empleo paralelo del agua y del Espíritu en estos tres pasajes nos ilustra del poder purificador del Espíritu regenerador y santificador.
En segundo lugar, el Espíritu, representado por el agua, es fuente y sustento indispensable para la vida. La proclamación de Jesús es muy ilustrativa: “Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, ríos de agua viva correrán de su interior. Esto dijo del Espíritu” (Jn 7.37-39). Esta agua “salta para vida eterna” (Jn. 4.4). Consulte también Is 44.3,4.
EL VIENTO. El simbolismo en Jn 3.8 es muy claro: No es posible entender por competo cómo obra el Espíritu la regeneración. Al igual que en el caso del viento, uno puede ver sus resultados, pero no la actividad misma que los produce. Un huracán mueve toneladas de agua, los grandes barcos son como hojas zarandeadas, los majestuosos árboles son arrancados de cuajo. Todas estas consecuencias son evidentes pero nadie ve el viento que las produce. Así también es el Espíritu Santo de Dios. Un segundo significado del viento es su poder. Nadie puede resistir el poder del Espíritu. Penetra las entrañas íntimas del corazón del pecador eficazmente y ablanda su corazón endurecido y le lleva a Jesús. El viento también nos hace ver la soberanía de Dios:” El viento sopla de donde quiere” (Jn 3.8). Lo mismo hace el Espíritu. Nadie puede controlar su actividad ni decretar a dónde tiene que ir o lo que tiene que hacer. Es soberano. Damos gracias a Dios por la acción misteriosa, poderosa y soberana del Espíritu en nuestra vida.
EL HÁLITO. En griego la misma palabra significa viento, hálito y Espíritu. Ahora nos referimos a la acepción de que el Espíritu es el hálito, el dador de la vida: “Les quitas el hálito, dejan de ser, y vuelven al polvo” (Sal 104.29). Hay cuatro formas como el Espíritu da la vida: a) Da la vida natural: “Dios sopló en su nariz aliento de vida” (Gn 2.7), “El Espíritu de Dios me hizo, y el soplo del omnipotente me dio vida” (Job 33.4). b) Da la vida espiritual: “Espíritu, ven de los cuatro vientos y sopla sobre estos muertos y vivirán” (Ez 37.9,10), el Espíritu regenera las almas muertas y viven para Dios. c) Cuando Jesús resucitó, apareció a sus discípulos y “sopló y les dijo recibid el Espíritu Santo”(Jn 20.22), antes de enviarlos a predicar el evangelio. Así pues, en este pasaje, el soplo simbolizó la comunicación del Espíritu para dar vida y poder al ministerio de los discípulos. e) La cuarta obra del Espíritu tiene que ver con la inspiración de la Escritura. Dios sopló la palabra. Ver la lección 4.
EL FUEGO. El fuego es poder, es poder consumidor pero también es fuente de energía. En lenguaje metafórico, hablamos de incendiar el mundo con una ideología. Todos los que se mueven por un cierto objetivo o meta están llenos de fuego. Así pues, el fuego es poder. En Pentecostés no sólo se manifestó el Espíritu como un viento recio sino que también se mostró en lenguas de fuego sobre las cabezas de los discípulos (Hch 2.3). “Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo y me seréis testigos” (Hch 1.18). El fuego también es fuerza purificadora. El oro se prueba por fuego, el cual quema la escoria. De modo semejante actúa el Santo Espíritu como fuego, purificando la vida del creyente. “Fuego vine a echar sobre la tierra” dijo Jesús (Lc 12.49) quien es aquél que vino a bautizar “con Espíritu Santo y fuego” (Mt 3.11).
EL ACEITE. Un quinto símbolo del Espíritu es el aceite. En la Biblia la unción del Espíritu se refiere a tres oficios: a los profetas, sacerdotes y reyes del AT; a la persona de Cristo; y por último a los cristianos. El aceite simbolizaba tanto el nombramiento para un oficio, como la comunicación del Espíritu para el cumplimiento de las tareas propias del oficio. Así ocurrió con los profetas, sacerdotes y reyes en el AT. El título Cristo en griego o Mesías en hebreo, significa Ungido, título para el Ungido de Dios, Jesús nuestro Salvador. Jesús se apropió la profecía de Isaías cuando dijo “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres” (Lc 4.18). En cuanto a los cristianos (“los ungidos”, literalmente), su unción no es como la del AT ni mucho menos como la de Jesús, pero todo cristiano es profeta y sacerdote real en cierto sentido. Pedro define a la iglesia como una nación santa y un real sacerdocio . . . un pueblo para que anuncie las virtudes del que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable (I Pd 2.9). Juan escribe: “Vosotros tenéis la unción del Espíritu Santo” (I Jn 2.20). Pablo afirma que “Dios nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios” (2 Co 1,21).
LA PALOMA. Los cuatro evangelios describen la Presencia del Espíritu Santo “como paloma” sobre Jesús en el bautismo. También en Génesis 1.2 se alude al Espíritu moviéndose sobre la faz de las aguas, como desplazándose como un ave. La imagen de la paloma sugiere paz, dulzura, mansedumbre, pureza. El Señor envió a sus discípulos como ovejas en medio de lobos y les advirtió : “Sed prudentes como serpientes, y sencillos como palomas” (Mt 10.16). Jesús dijo de sí mismo que él es “manso y humilde de corazón” (Mt 11.29). Pablo invocó la “mansedumbre y ternura de Cristo” en sus relaciones con la iglesia de Corinto (2 Co 10.1). Así pues, el Espíritu se manifiesta como un Dios de benignidad y paz, invitándonos a a acudir a Jesús, quien está lleno de compasión, amabilidad, gentileza y amor.
EL ÁRBOL FRUTAL. En Gálatas 5.22 se describe el fruto del Espíritu como la metáfora de un árbol que produce amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza, pero lo relaciona con la experiencia espiritual del creyente, pues tal fruto es producido por el Espíritu en la vida de cada redimido. El Padre es glorificado en que llevemos mucho fruto para su gloria (Jn 15.8), pero es el Espíritu morando en cada uno de nosotros quien nos hace ser tierra fértil para ello.
CONCLUSIÓN
Hay otras metáforas en la Biblia sobre la obra del Espíritu, como las arras, el sello, las primicias de la cosecha, que ya hemos comentado en lecciones anteriores. Dios nos ha dado estos símbolos en su Palabra a fin de que entendamos con mayor claridad la presencia del Espíritu en nuestra vida. Que esta comprensión más amplia nos ayude a vivir para su mayor gloria cada día.