Introducción

Hay un pecado que Dios nunca perdonará. Se le puede perdonar al hombre todo pecado y blasfemia, pero la blasfemia contra el Espíritu Santo no se perdonará (Mt 12.31). Quien comete este pecado nunca se salvará ni tendrá una segunda oportunidad. Podrá leer la Biblia, escuchar la predicación del evangelio, toda la iglesia podrá orar por él, pero las puertas del cielo estarán cerradas para él porque ha cometido pecado de muerte (I Jn 5.16). Por consiguiente es muy importante que sepamos lo que la Biblia enseña acerca de este pecado imperdonable, el pecado contra el Santo Espíritu de Dios.

  1. LO QUE NO ES

A. Incredulidad final. Si una persona muere sin creer en Cristo muere para siempre. “El que en él cree tiene la vida; pero el que no cree ya ha sido condenado, porque no ha creído en el Unigénito Hijo de Dios” (Jn 3.18). No creer en Cristo trae consecuencias trágicas pero el pecado imperdonable no es algo que se comete necesariamente al final de la vida; más bien, ocurre durante la vida de la persona. La oportunidad de creer en Cristo siempre está presente, por eso es nuestro deber anunciar el evangelio que es poder de Dios para salvación a todo aquél que cree. Así lo explicó Jesús en la parábola del rico y Lázaro: Cuando el rico pidió a Abraham que alguno de entre los muertos fuese a hablar a sus parientes para que no se condenaran, la respuesta fue: “A Moisés y a los profetas tienen: óiganlos” (Lc 16:29). La incredulidad no es el pecado imperdonable pero no creer en Cristo conduce a la muerte eterna.

B. La negación de Cristo. Algunos creen que si alguna persona a quien se le expone en forma clara y poderosa el evangelio rechaza su ofrecimiento, entonces ha blasfemado contra el Espíritu de Dios. Esta no es la enseñanza de la Biblia. Abundan ejemplos de redimidos que en algún momento de su vida rechazaron a Cristo, como Pablo (Hch 26.9; I Tim 1.13), los hermanos de Jesús (Mc 3.21; Jn 7.5), los sacerdotes que creyeron en él en ocasión del martirio de Esteban (Hch 6.7). Pedro negó a Cristo tres veces y Cristo le perdonó y restituyó. Finalmente, el Salvador dijo que “a todo el que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre le será perdonado” (Lc 12.10). Quienes hayan negado a Cristo tienen aún la oportunidad de volverse a él. “Quien a mí viene, no le echo fuera”, dijo el Salvador.

C. Negación de la divinidad del Espíritu Santo. A lo largo de la historia y aún hoy día hay personas que niegan la trinidad y divinidad del Espíritu Santo. Este es un pecado de incredulidad ante el amplio testimonio que la Escritura ofrece de estas dos verdades pero a la luz de Heb 6:4-6, que estudiaremos más adelante, notaremos que la negación de la divinidad del Espíritu y el empleo frívolo de su nombre no constituyen este pecado y pueden recibir el perdón.

D. Contristar al Espíritu Santo. Es grave que el cristiano con su pecado y rebeldía contriste al Espíritu; sin embargo sería falso y anti-bíblico pretender que tal cosa es la esencia del pecado contra el Espíritu Santo. David, después de sus horrendos pecados, tuvo que orar “no quites de mí tu Santo Espíritu. . . vuélveme el gozo de tu Salvación . . espíritu noble me sustente”(Sal 51). Pablo confiesa haber obrado contra su conciencia y contra el Espíritu en Romanos 7. Estos creyentes y todos nosotros también recibimos el consuelo renovado del Espíritu cuando nos volvemos a él en arrepentimiento y confesión.

E. Caída del creyente en el pecado. A pesar de haber sido justificados y redimidos estamos sujetos al pecado pues el proceso de santificación no es perfecto aún. La lucha espiritual – enseña la Biblia – está presente en la vida de todo redimido. Caemos en pecado en más ocasiones de las que deseáramos; sin embargo esto no significa ni que perdamos la salvación, ni que éste sea el pecado contra el Santo Espíritu. En el capítulo 10 de Juan, Jesús hace afirmaciones que fortalecen nuestra fe en cuanto a la perseverancia de los santos.: “Mis ovejas oyen mi voz . . y yo les doy vida eterna. . . no perecerán jamás . . . nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.”

  1. QUÉ ES EL PECADO CONTRA EL ESPÍRITU SANTO. Mateo 12.32; Hebreos 6.4-10; Hebreos 10.26

Si bien el blasfemo contra el Espíritu Santo NO es verdaderamente cristiano, es alguien en quien el Espíritu Santo ha estado actuando aunque no de manera salvadora. Es la persona que a pesar de conocer de alguna manera la obra del Espíritu, no ha sido renovado y peca voluntaria, deliberadamente en contra de Él. Notemos la descripción que se encuentra en Hebreos:

A. Haber sido iluminado. Es una persona que ha recibido el conocimiento de la verdad y que, a pesar de esta iluminación no experimenta la gracia salvadora. Hay muchos ejemplos en la Biblia: Jesús realizó muchos milagros ante los fariseos y los sacerdotes, haciendo claramente visible su divinidad y “toda la gente estaba atónita y decía: ¿Será éste aquél Hijo de David?” (Mt 12.23). Fueron iluminados pero no creyeron. Judas, Balaam, Caifás y muchos más durante el ministerio de Pablo recibieron esta luz y fueron reacios a creer.

B. Gustar del don celestial. El amplio testimonio de la persona Cristo, el don celestial, del cual fueron testigos el pueblo, las autoridades religiosas, civiles y militares debió haber sido suficiente para que vinieran a él en fe. Este conocimiento de primera mano hizo más grave su pecado.

C. Participar del Espíritu Santo. Esta frase no significa que tales personas hayan sido morada del Espíritu de Dios sino que el Espíritu actuó en formas milagrosas y proféticas incluso por medio de no creyentes. Balaam, Nabucodonosor, Darío, Ciro y otros reyes de la época del exilio, Judas y Caifás son ejemplos de esta obra portentosa de Dios. En el NT, Jesús advierte que muchos dirán en aquél día ” Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?” y sin embargo, su respuesta será “nunca les conocí, apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mt 7.22,23). La comprensión intelectual de la obra de Dios es también una obra del Espíritu.

D. Gustar de la buena palabra de Dios – Gustar de los poderes del siglo venidero. La persona que comete el pecado imperdonable ha gustado de la buena palabra de Dios. Se da cuenta de que esta palabra es buena y verdadera. Es como los pedregales donde cayó la buena semilla pero no echó raíces o como los que reciben la palabra con gozo pero tropiezan cuando viene la persecución (Mt 4.16,17). Herodes se complacía oyendo a Juan, pero acabó ejecutándole. (Mc 6.20)

E. Recaer. Se refiere a quienes de manera voluntaria y deliberada pecan contra Cristo y contra su Santo Espíritu. Los enemigos de Cristo, lejos de reconocer las obras de Dios obrando en su Hijo, las imputaron a Satanás, acusándole de hacer los milagros en el poder del demonio. Por todo ello “es imposible que sean otra vez renovados para el arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio.” Heb. 6.4

CONCLUSIÓN

Ningún verdadero creyente, cuya fe está depositada en Cristo Jesús como su Salvador, debe temer haber cometido este grave pecado. Dios es fiel y misericordioso. La Biblia nos anima a acudir permanentemente a Cristo, a agradecerle por su salvación y buscar su voluntad. También debemos estar firmes por su gracia, atendiendo a su palabra que nutre nuestra fe.