Introducción
Uno de los aspectos más importantes de la vida del cristiano es la oración. La oración es la comunión del alma con Dios. Por medio de ella el cristiano adora a Dios, le ama, le alaba por sus perfecciones, le agradece sus misericordias, le confiesa sus pecados, le pide perdón, le entrega su voluntad y le pide bendiciones providenciales y espirituales, tanto para sí mismo como para los demás.
El Espíritu Santo es el manantial de esta vida de oración, por lo cual examinaremos la forma como actúa en nuestra vida de oración. Comprenderlo nos ayudará a orar, a hacer nuestras oraciones más aceptables a Dios.
BASES BÍBLICAS
Comentamos cuatro pasajes de la Biblia en que se refiere directamente a cómo el Santo Espíritu de Dios se relaciona con nuestras oraciones:
A) En el AT encontramos la profecía de Zacarías en el contexto de la disciplina que vendría sobre Israel a causa de su rebeldía : “Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito.” (12.10). El espíritu de gracia y de oración sería derramado en el pueblo para que se vuelvan a Jehová y se arrepientan y lloren a causa de su transgresión. La gracia es de parte de Dios; la oración es la respuesta del pueblo por la obra del Espíritu. Por esta influencia divina, en ese día “todo aquél que invocare el nombre del Señor será salvo”(Joel 2.32). Jesús profetizó: “Cuando él venga, convencerá al mundo de justicia, de pecado y de juicio” (Jn 16.8).
B) Efesios 6.18 es la conclusión de la exhortación de Pablo a la iglesia en cuanto a que es necesario vestirse de toda la armadura de Dios para estar firmes contra las asechanzas del diablo: “orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos; y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio.” La “oración y súplica en el Espíritu” son condiciones y complementos necesarios de la armadura para poder permanecer firmes. Por ello oramos en el Espíritu.
C) Judas escribe su breve carta para advertir a la iglesia sobre los peligros y maldad de los falsos maestros en los últimos tiempos para que se mantengan firmes en la fe, y su petición es: “Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo, conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna” (1.20). Es necesaria la intervención del Santo Espíritu para defender y preservar nuestra fe y debemos orar en él.
D) Pablo nos consuela (Ro 8.26), cuando explica que a pesar de nuestras debilidades, el Espíritu intercede por nosotros, haciendo aceptable nuestras oraciones ante Dios: “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.” El Espíritu perfecciona nuestras oraciones conformándolas a su voluntad al interceder por nosotros.
TRES PREPOSICIONES IMPORTANTES: EN, POR Y PARA
Las preposiciones son pequeñas palabras que sirven para relacionar las partes de una oración, dándoles sentido:
A) Nosotros oramos EN el Espíritu. ¿Qué significa esto? La Biblia utiliza la preposición EN en pasajes muy importantes, por ejemplo : “Si alguno está EN Cristo el Señor, nueva criatura es” (2 Co 5.17). “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo EN mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo EN la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gal 2,20). El significado más literal de la preposición nos hace pensar en un lugar; sin embargo, la palabra en pasajes como estos nos habla de una identificación íntima, de una relación profunda. Así la Biblia nos enseña que fuimos identificados con Cristo en el bautismo; que si morimos con él, juntamente con él seremos resucitados. La sublime petición del Salvador en Jn 17.21 ilustra esta verdad: “Que todos sean uno; como tú, oh Padre, EN mí y yo EN ti; para que el mundo crea que tú me enviaste”. Esta palabra nos habla de la unión mística con Cristo.
De la misma manera, oramos EN el Espíritu. Para orar de manera aceptable a Dios, es necesario orar “EN el Espíritu”; es decir, haber nacido de nuevo y experimentar la presencia de Dios en nuestras vidas por el Espíritu que mora en nosotros. Orar en el Espíritu significa también orar con fe en la certeza de que Dios nos oye y nos responderá, “porque esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye” (I Jn 5.14).
B) El Espíritu de Dios ora POR nosotros, esto es, él intercede ante el Padre a nuestro favor. Él es nuestro Abogado (Paracleto), nuestro “otro” Consolador (Jn 17.16). “Abogaste Señor la causa de mi alma; redimiste mi vida” (Lam 3.58). “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. (Ro 8.26).
Es el Espíritu quien nos infunde el deseo de orar pues nadie, por sí mismo, puede tener tal devoción o aspiración espiritual, de donde la única manera correcta de orar proviene de él. El Espíritu influye en nuestros corazones de manera tal que su fervor penetra en el cielo mismo a través de nuestras oraciones. Nosotros tenemos el mandato de orar, de tocar la puerta del cielo pero a causa de nuestra debilidad, ninguno podemos pronunciar ni una sílaba siquiera. Es Dios quien por el impulso de su Espíritu abre y habilita nuestro corazón para que podamos entrar en su Presencia en oración. (J. Calvino).
C) Oramos PARA pedir la Presencia del Santo Espíritu en nuestras vidas. Recordemos que la oración es la vía por la cual podemos obtener más y más del Espíritu Santo. John Stott narra en su libro “Sed llenos del Espíritu Santo”: Necesitamos buscar, más que nunca, más y más de la plenitud del Espíritu, por arrepentimiento, fe y obediencia, y también seguir sembrando para que su fruto pueda crecer y madurar en nuestro carácter. Creo que con toda veracidad puedo decir que ha sido mi costumbre por muchos años orar cada día que Dios me llene con su Espíritu y haga que más del fruto del Espíritu aparezca en mi vida.
CONCLUSIÓN
La vida de santidad es una vida de creciente comunión con Dios. La oración de fe que surge del corazón nacido de nuevo, que es guiada por el Espíritu conforme a la voluntad de Dios, es una oración que glorifica a Dios y nos fortalece para andar en el camino de santidad. El Espíritu Santo nos guía a toda verdad (Jn 16.13).
La voluntad de Dios es vuestra santificación. I Tes 4.3